LA LÁMPARA
Por esta noche guardo las alforjas y las hoces,
adecento el cobertizo y alimento a la mula.
Soporto mejor el trabajo si lo aderezo con pensamientos
que apunto en el cuaderno a rayas de la escuela.
Sobre el camastro repaso lo escrito y me sorprende
que séas tu la que aparece en cada linea y en cada hoja.
Me quedo absorto mirando a la lámpara del techo
buscando un punto de referencia, que te simbolice.
Ahí estás, eres como un ángel invisible pero perfecto
en su belleza y con un aurea que te brilla casi celeste.
La placidez de contemplarte me trae gesto a los labios
que es sonrisa, es laxitud. !Eres mi querubín!
Acomodo los brazos bajo la nuca sobre la almohada
y te recorro fragmento a fragmento y te hago mía.
Aquí, en mi territorio, no hay escapatoria posible,
no hay resquicio por donde huyas y te dejas llevar.
Para entonces eres partícula que se incrusta
en los perfiles de mis sueños y ahí estás.
Eres la protagonista, la primera estrella glamurosa
de mi gran superproducción y te poseo entera.
Cierro los ojos y el placer que me llega es tanto
que me duermo entre algodones teñidos de azulete.
Me acompañas en el vuelo y juntos surcamos
los paraisos, los cielos, los precipicios de la existencia.
El chasquido de un rumor de carcoma me despierta
y empieza la tortura de la noche, porque desapareces.
Insomnio, mi vida es insomnio y noches de busqueda.
¿Donde mi querubín? ¿Dónde te escondes ángel mío?
Amanece y el paisaje del campo me acompaña
!Arre mula arre! que esta noche arranco la lámpara.
Un ruiseñor canta sobre la encina y aquella nube
tiene forma de corazón. Y tú... sin saberlo.