PREDICAMENTOS
No hay más principio
ni más final que el hombre.
Dios conoce sus pasos y los mios.
Con una misma hebra nos hicieron,
con tres clavos la era dio comienzo.
Ahora están ahí los desterrados
y los canonizandos;
Betelgeuse
pestañeando a lo lejos,
fingiendo estar desnudo,
fugitivo.
Pero acá van los hombres
a destiempo,
a descolonizarse de la muerte.
A fregarse de ganas los instintos,
encebollados para entrar al horno.
Un día me fui sin más,
y luego he vuelto.
Un día sin deseos dejé mi patria:
mis padres,
mis hermanos,
mis amigos.
Ya no están ni mi madre
ni mi hermana.
Ya no están los viejecitos que jugaban
a las barajas
ni sus predicamentos.
Allí se ha puesto el sol,
cayó la noche,
ahora paso y no hay nadie donde estaban.
No hay más principio
ni más final que el hombre.
De qué me sirven:
el mar,
la tierra,
el cielo.
Si me faltan:
el pan,
la paz,
la libertad,
los sueños.
Este poema pertenece a su libro: Cuando arde la madera