viernes, 16 de marzo de 2012

LA POESIA DE FERNANDO LÓPEZ GUISADO




Entre los precipicios de la madrugada
hay momentos en que el mundo deja de existir. Todo parece detenerse.
Son recuerdos fugaces de un eco más anciano que el universo.
Sufro la maldición de tomar conciencia en esos instantes.
Me mantengo inmóvil, haciéndome el dormido
para que la oscuridad no me devore.
Finjo que no escucho susurrar a sus sirvientes por el cuarto
bajo los latidos de mi propio corazón. Intento
apaciguar esa campana que galopa acelerando en mi cerebro,
que pide huir,
que pide a gritos huir igual que verdad entre olas.
Pero no hay profundidad donde esconderse de uno mismo.
Acabo devorado
y devorandome como esas pescadillas de ojos lechosos
en su cama de hielo.
Desnudo sobre un mostrador bajo la luz de los fluorescentes:
teatro de ansia y hambre.
El hedor a muerte se mezcla con el perfume de las compradoras
mientras el crepitar de billetes
baila con el de espinnas bajo el cuchillo.
Risas, bolsas granates de plástico que destiñen y crepitan,
chorrear de fluidos pardos pudriendose entre baldosas
y yo mordiéndome el culo con cara de pez y formanndo un cero de sangre brillante.
Un enorme cero rojo parpadeando
a la izquierda de las siete de la madrugada.
Segundos antes de astillarse el silencio, cuando todo parece detenerse.