lunes, 2 de junio de 2014

EL LABERITO DE LA DICHA Y OTROS RELATOS

 
 
“También tienen fecha de partida
las lágrimas que intento desterrar”
(Elena Peralta)
 
Nos dice Manuel Martínez Carrasco en su excelente prólogo que la Literatura es una práctica de escritura y es suma de saberes que hace posible un diálogo con su tiempo. La mirada del autor, nos dice el prologuista, y el diálogo interior, ofrecen un nuevo ritmo al pensamiento. Pensamiento y mirada componen un sueño que sólo la lectura posterior empapará de significado.
Los movimientos que nos impulsan el escribir están saturados de la atmósfera del sueño y nos dejan la sensación de ser viajeros que, al volver, solo pueden contar lo vivido a través de una niebla o una metáfora. Solo la lectura completa lo que mirada y pensamiento han iniciado en ese mundo de ensueños.
Así pues, nos dice, Martínez Carrasco, considérese el lector de esta antología como intérprete de las visiones de cada uno de sus autores, como testigo posterior de su diálogo interno y como receptor de ese raudal que, siguiendo una ley física de mínimo esfuerzo, fluye con la lectura dando significado a lo que el sueño no pudo pronunciar.
 
Una antología en la que hay autores solidarios, autores de reconocido prestigio y autores que, sin ese prestigio, ponen su talento a disposición de una causa solidaria sin más ánimo que el de lucrarse de la sonrisa de la Coordinadora del proyecto, Elena Peralta y el orgullo de saber que merece la pena apostar por la cultura como contexto en el que el compromiso social del escritor con su tiempo, se manifieste en la posibilidad de mejorar, aunque sea por un instante, las condiciones de vida de una sola persona.
“Ramón Acín, Fernando Aínsa, Giovanni Albertocchi, Rebeca Barrón, Edmundo Bolaños, Chiqui, Manuel Español, Ricardo Fernández Esteban, Ángeles Fernangómez, José Luis Gracia Mosteo, Enrique Gracia Trinidad, José Guadalajara, Ángel Guinda, Aicha E. Iglesias, Elena Muñoz, Alejandro Romera, Anna Rossell, Lucía Santamaría, Nájara, Soledad Serrano, Felipe Sérvulo, Luis Ricardo Suárez, Santiago Tena, José Verón Gormaz, Miguel Ángel Yusta, Pilar Aguaron y yo mismo” hemos entregado nuestros relatos con la ilusión de saber que escribir es mucho más que garabatear letras en renglones más o menos coherentes, si no que se trata de crear, compartir, unir, fortalecer, lazos y sueños.
 
Podremos disfrutar en nuestra lectura de la respuesta a la pregunta de Gracia Mosteo sobre si hay un bálsamo en Galaad; o conocer a esa vieja pipera a la que no le cabía una arruga más, recordar a Lady Godiva, descubrir a Marcelo el trompetista, podremos resolver el dilema de aquella caja rectangular con una ventana delante, con números y líneas y dibujos impresos a un lado; nos adentraremos en Villa Dª Julita; leeremos la carta desesperada de Emilia Gauna intentando contactar con la mujer que ama y de la respuesta de Augusto Rosselló desde el departamento de Vigilancia y Seguridad; aprenderemos a distinguir entre El Coloso de Rodas y El Coloso de Ruedas; nos dirán que nuestro camino empieza esta mañana matando las esperanzas que nos robaron un ayer; daremos la vuelta al mundo, literalmente, terremoto incluido;  apostaremos por el sueño antes que por la verdad, mientras nos recreamos para sobrevivirnos; nos propondrán pensar si hablamos de amor, a pesar de que es muy difícil contar algo del amor que ya no sepamos; recordaremos a la inolvidable María, de sonrisa triste, lejana y sepia; compartiremos la soledad de un hombre que comparte telarañas con la rutina; jugaremos con los placeres, las brisas, la sabiduría, el soplo, mientras nos cuentan la historia de los besos; montaremos en ese ascensor que funciona a monedas y necesita de cien liras para llegar al final del trayecto; mataremos el tiempo metiéndonos el sol en el bolsillo, sabiendo, que, a nosotros, los mañicos, “p’al pilar nos sale lo mejor”; nos llenaremos de angustia cuando nos pregunten cuantos muertos conocemos o en ese instante en el que intentaremos saber si hay algún lugar en algún sitio e incluso descubriremos la Identidad de ser quien queremos ser mientras seguimos teniendo sueños con sabor a libertad; o, para acabar, atenderemos encantados a esa conferencia de la que nada recordaremos porque hemos sentido esa caricia furtiva que sube lentamente por nuestras piernas hacia el confín en el que la realidad y los sueños se confunden.
 
En definitiva, queridos amigos, una maravillosa colección de emociones en forma de relatos que, acompañan, como no podía ser de otra forma, a ese Laberinto de la dicha, de José Verón Gormaz, en el que comprobaremos la eficacia o no de tener ese afán por la felicidad, esa felicidad que, quizá, no hay que buscar, si no sentir y disfrutar porque la tenemos al alcance de nuestras manos.
 
Una felicidad que, en esta ocasión, se mimetiza con la solidaridad para, a través de la lectura hacer partícipe al lector de la magia de vivir y convivir, de compartir, de, en definitiva, convertir nuestras soledades individuales en soledades colectivas que tamizan las penas con el calor de las sonrisas.
 
Francisco Picón